“Muy poderoso es el imperio español para que sus provincias puedan independizarse, y demasiado débil para mantenerlas unidas por mucho tiempo.”
La Carta de Jamaica fue escrita por Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815, durante su exilio en Kingston, Jamaica. Tras haber perdido su liderazgo militar y político allí buscó apoyo internacional para la causa de independencia.En este documento explicaba las causas temporales de su fracaso, pero también evocaba su visión de un futuro para los pueblos de Latinoamérica, dirigiéndose al comerciante inglés Henry Cullen quién mostraba interés en comprender la situación política de América.
Importancia de la Carta de Jamaica
En primera instancia la Carta de Jamaica fue un movimiento estratégico diplomático y filosófico, pero a su vez fue un llamado a la esperanza y a la búsqueda de la luz entre la oscuridad, que el ideal de una América Latina unida y libre no era algo lejano e intangible sino un derecho legítimo y totalmente nuestro que sólo podia lograrse en la unión y el sacrificio. Más que una carta fue un manifiesto de un hombre que ambicionaba algo más para su gente, una brújula moral para orientar las luchas independentistas. Un legado cuya voz aún resuena y cuya visión aún podemos observar.
Referencia:
Lynch, J. (2006). Simón Bolívar: A life. Yale University Press.
Carta de Jamaica
Simón Bolívar – Kingston, 6 de septiembre de 1815
Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla
Muy señor mío:
Me apresuro a contestar a la carta de usted fechada el 29 del pasado, y a manifestarle cuán sensible me ha sido el interés con que usted se digna honrar la causa de la América. Nada puede ser más grato a un americano que el interés que usted toma en su suerte. Este favor se lo debemos a la justa opinión que se ha formado del objeto que nos ocupa, y a los sentimientos filantrópicos que distinguen a usted.
Al comenzar la guerra de independencia, no se presentaba a nuestra vista un panorama tan triste como el que ahora se ofrece. El espíritu público estaba exaltado; las provincias todas ardían en entusiasmo; las armas, los víveres, los hombres, todo se hallaba pronto para sostener la guerra con vigor. Pero desgraciadamente, el resultado no ha correspondido a las esperanzas. Se han disuelto nuestros ejércitos; se han perdido nuestras riquezas; la América se halla cubierta de sangre y de ruinas.
No obstante, los americanos han demostrado una constancia que bastaría para triunfar, si las fuerzas fuesen proporcionadas a su valor. Las causas que han producido nuestros males son tan profundas, que apenas sería posible remediarlas sin un esfuerzo más grande del que hasta ahora hemos hecho.
La América se hallaba sujeta a un sistema que la mantenía en la ignorancia, en la miseria y en la dependencia. No nos era permitido ejercer ni el comercio ni la industria; los empleos estaban reservados a los europeos; y el estado de educación era tal, que apenas se podía hallar entre nosotros un hombre completamente instruido en las ciencias políticas.
Cuando se nos presenta la oportunidad de recobrar nuestros derechos, no sabíamos cómo ejercerlos. No teníamos experiencia en los negocios públicos; ni los medios de adquirirla; y en medio de las convulsiones, cada uno quería ser legislador, magistrado o jefe. Así se originaron disensiones y guerras civiles que nos han conducido a la situación actual.
A pesar de todo, yo no desespero. El movimiento americano es tan justo, que tarde o temprano tendrá que triunfar. La unión, la constancia y la buena organización pueden salvarnos. Pero si la América no se une, si no se establece entre las nuevas repúblicas un lazo que las ligue, la anarquía las devorará y serán presa fácil de nuevas tiranías.
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Sería una sola nación compuesta de todo el nuevo mundo, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que no es posible, por ahora, formar un solo gobierno, procuremos al menos establecer una confederación de repúblicas hermanas.
La naturaleza nos ha señalado límites, nos ha dado un mismo origen, costumbres y religión. Debemos aprovechar estas circunstancias para consolidar nuestra unión y asegurar la felicidad de nuestros pueblos.
Los enemigos de nuestra libertad son poderosos; pero el espíritu de los pueblos es más poderoso aún. La América, en fin, será libre. Pero el camino es arduo, y las dificultades innumerables.
Simón Bolívar
Kingston, 6 de septiembre de 1815